15.4.12

Nos merecemos mucho más de lo que ofrecen los mercados.

Cuando pasas toda tu vida en singular, obviando abrazos, refugiándote en unidades y protegiéndote a ti misma, valoras mucho lo que te has esforzado en cuidarte. No puedes renunciar a pintarte los labios de rojo, ni a la ropa interior de algodón blanco, no por tan poco. Esas horas colgadas al teléfono desembrollando madejas de hilos de colores que vuelven loca a tus entrañas. Te has esforzado tanto en quererte que no puedes venderte por un puñado de sonrisas. No.

Te has construido a ti misma, lo que ven hoy ahí fuera es el trabajo de muchos años de pruebas. Las pulseras de hilo, el olor de la crema tras la ducha, preocuparte por el color de tus uñas, el gusto que te  supone el agua caliente cuando cae por tu espalda. Todo. Por nada ni nadie te quites las pulseras, dejes de darte crema tras la ducha, olvides pintar tus uñas o enfríes el agua que cae por tu espalda, disfruta de todo lo que has convertido en abrazo estos años, disfruta de todo lo que te ha refugiado del dolor, de la fría soledad, sigue protegiéndote y no bajes tu precio.

Debe existir quién se de cuenta de lo que vale el algodón blanco entre tu piel y valore tu silencio, tu espacio. Es difícil mantenerse firme cuando sube la marea y la furia del mar intenta arrastrarte por la playa, hunde tus manos en la arena como hacías cuando eras pequeña, y agárrate.

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